22 abril 2009

Estrellas

Me gusta mucho la “Noche estrellada” de Vincent Van Gogh.

Desde hace un par de meses, a la que me descuido, me encuentro con él: a todo color en la página de alguna revista; en el comedor de la madre del asesino de “Las horas del día” ; presidiendo el salón de la casa del prota de “Soy leyenda”; enmarcado, con horrible gusto, en el escaparate de una tienda de decoración…

Si, a veces se dan esta serie de coincidencias…

Como lo que me ocurre últimamente que, por los cauces más variados, llegan hasta mí las ideas y conceptos que personajes más o menos conocidos, más o menos ilustres, han lanzado al viento y tienen sobre la felicidad:

La felicidad consiste en hacer lo que se debe hacer.
Don Francisco Ayala al cumplir 103 años.

Sólo un idiota puede ser totalmente feliz.
Mario Vargas Llosa.

La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria.
Cesare Beccaria.

Sólo hay una manera de ser feliz y es dejando de preocuparse por aquello que está fuera de nuestro control.
Epicteto de Frigia.

La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos.
Mahatma Gandhi.

Sólo puede ser feliz siempre el que sepa ser feliz con todo.
Confucio.

La felicidad, la felicidad…

Alguien sabe dónde vive?

10 abril 2009

Semana Santa y Olé

El ambiente es de fiesta. Familias al completo, con sus ropas y zapatos de estreno, pasean charlando y disfrutando de la tarde que empieza a declinar.

Los puestos de chucherías se alinean a lo largo del paseo. Rojísimas manzanas caramelizadas, cacahuetes garrapiñados, algodón de azúcar, pipas, rodajas de coco, chufas frescas… reclamando y logrando nuestra atención. Las cornetas y tambores hacen furor y muchos niños se desgañitan soplando y aporreando.

Corre un airecillo fresco. Mientras a lo largo de la Alameda y la calle Larios se encuentran dispuestas varias filas de sillas de pago, uniformes y marciales, que empiezan a ser ocupadas por gente de todas las edades, en la calle Carreterías cada uno se ha llevado la silla a cuestas, creando un efecto menos protocolario, conviviendo sin más conflictos, que los propios de la ocupación de espacio, butacas de playa, banquetas de baño y taburetes de cocina.

Los balcones están engalanados. La tribuna de autoridades espera vacía para ser ocupada en el último momento por los insignes del lugar, mientras en la de los pobres ya no cabe un alma.

Y llega el momento. Se acercan los Pasos. La gente se aprieta a los lados del recorrido hasta formar un fluido a punto de solidificarse. La emoción da la mano a la ingesta masiva de helados, pipas, y chucherías de todo tipo.

Primero los cofrades, ordenados, sobrios. Detrás los estandartes precediendo el Paso. El olor a incienso perfuma el aire. El Paso, impresionante, lo que pesará, todo medido al milímetro, ensayado, perfecto. Una saeta emocionada, aplausos. El Paso avanza, aplausos. Baila, aplausos. Se detiene, aplausos. Continúa su camino, aplausos. La banda de música acompañando al Paso. Y otro y otro y otro… y viva ! Y guapa !

Me sorprende ver esas imágenes sufrientes, llorosas, dolientes, atormentadas, azotadas, sangrantes, siendo aclamadas, cantadas y vitoreadas por espectadores que entre paso y paso lo mismo hablan de sus cosas, que ríen, que devoran cantidades ingentes de palomitas o se meten mano por debajo de la camiseta.

Semana Santa en Málaga.
Ah… el Sur!