
[…Quieres podar el árbol. Sus ramas hirsutas pero rebosantes de hojas se estiran en todas direcciones en busca del aire y del sol. Pero tú quieres convertirme en una encantadora espaldera extendida sobre la pared, que dé unos frutos magníficos que hasta un niño podría coger sin necesidad de una escalera…]
[…A medida que envejecemos, el corazón se nos va desnudando, como los árboles. No hay nada capaz de resistir ciertas ráfagas de viento. Cada nuevo día nos arranca algunas hojas, y eso sin contar con las tormentas que rompen de una sola vez varias ramas. Pero así como el verdor de la naturaleza renace en primavera, el nuestro se va para siempre…]
[…“Los que son como nosotros necesitan tener la religión de la desesperanza. Hay que estar a la altura del propio destino, es decir ser, tan impasible como él. A fuerza de repetir. ¡Es así! ¡Es así! ¡Es así!, y de contemplar el agujero negro, logramos la calma.” Ellen no tenía ni siquiera esta religión. ¿Por qué iba a tenerla? ¿Por mí? Siempre les pedimos a los desesperados que no sean egoístas, que piensen en los demás. Lo cual me parece injusto. ¿Por qué cargar sobre sus espaldas la responsabilidad del bienestar de los demás, cuando ya viven aplastados por la suya propia?...]
Texto: Julian Barnes. El loro de Flaubert.
[…A medida que envejecemos, el corazón se nos va desnudando, como los árboles. No hay nada capaz de resistir ciertas ráfagas de viento. Cada nuevo día nos arranca algunas hojas, y eso sin contar con las tormentas que rompen de una sola vez varias ramas. Pero así como el verdor de la naturaleza renace en primavera, el nuestro se va para siempre…]
[…“Los que son como nosotros necesitan tener la religión de la desesperanza. Hay que estar a la altura del propio destino, es decir ser, tan impasible como él. A fuerza de repetir. ¡Es así! ¡Es así! ¡Es así!, y de contemplar el agujero negro, logramos la calma.” Ellen no tenía ni siquiera esta religión. ¿Por qué iba a tenerla? ¿Por mí? Siempre les pedimos a los desesperados que no sean egoístas, que piensen en los demás. Lo cual me parece injusto. ¿Por qué cargar sobre sus espaldas la responsabilidad del bienestar de los demás, cuando ya viven aplastados por la suya propia?...]
Texto: Julian Barnes. El loro de Flaubert.