31 octubre 2008

Huellas


Hace tiempo me propuse producir la menor cantidad de basura, y lo menos tóxica posible, a mi paso por este mundo.
Con ese objetivo en mente me puse a analizar mis actitudes, con el fin de cambiar las que no me parecieran adecuadas, o fueran susceptibles de mejora.

Algunas cosillas que puse en práctica:

Ø Voy a comprar con mis bolsas reutilizables.

Ø Si encuentro el mismo producto en dos envases diferente siempre compro el más natural y reciclable, por ej. Los huevos, suelen venir en envases de plástico o cartón, pues los de cartón.

Ø Reciclo todo lo reciclable.

Ø Reutilizo. El mejor y más barato reciclaje es la reutilización.

Ø Compacto lo más posible la basura de envases y latas (contenedor amarillo). Se llena enseguida si no lo controlas un poco. Por ej. un bidón de agua de 5 L. recortado por la mitad puede ser llenado de otros muchos envases o bolsas de plástico rotas. Puede parecer una tontada pero hay que pensar que luego los contenedores son vaciados por camiones, estos usan gasoil, este viene del petróleo, contaminan …

Ø Las bolsas de plástico que entran en mi casa, son reutilizadas una y otra vez y sólo salen de ella como bolsa de basura, o tras romperse, desechadas en la basura del contenedor amarillo. Hay cosa más absurda que comprar bolsas de basura y llenarlas de bolsas de plástico? NO!
(No suelo ser tan radical, pero es que con estos temas me pongo…)

Cuéntanos lo que tú haces al respecto. Danos ideas que podamos llevar a la práctica.

Tan importante como la cantidad de residuos producidos, es el lugar donde van a para estos para ser almacenados, procesados o reciclados.
Es fundamental que ninguno acabe sobre la hierba, en la acera, el alcantarillado o en el mar. A la naturaleza le cuesta mucho degradarlos.

Le cuesta tanto como esto:

1 año – Papel. Hueveras de cartón.

2 años – Colillas

5 años – Un chicle masticado

10 años – Latas de cerveza.

30 años – TetrabriK. Envases de desodorante, laca, espumas. Chapas botellas.

100 años – Encendedores desechables. Envases yogurt. Botellas plástico. Vasos de plástico. Hueveras de plástico.

150 años - Bolsas de plástico.

200 años - Unas zapatillas de deporte.

300 años – Muñecas articuladas de plástico.

1000 años – Pilas.

4000 años – Botellas de vidrio.

Impresiona, verdad?

Un mundo mejor es posible, y además está en tus manos.

No seas causante de que alguno de estos residuos salga de la cadena de recogida de basura y reciclaje.

Que tu huella sea otra.

26 octubre 2008

Otoño


Ya hace un mes que es otoño.

En la naturaleza, hay árboles que comienzan a perder sus hojas mientras otros se resisten a hacerlo, y en su empeño, las pintan de cálidos colores que da gusto ver.

Vayas por donde vayas, el campo está lleno de frutos que puedes recoger, simplemente con desearlo y alargar la mano: bellotas, castañas, nueces, setas, escaramujos, uvas, higos… aparecen ante ti espléndidos, brillantes, apetecibles… El otoño es, para la naturaleza, el tiempo del parto y la generosidad, y para sus habitantes, el de la recolección y el aprovisionamiento.

Los colores ocres y rojizos, las esperadas lluvias, las puestas de sol lánguidas, el solecillo que aún calienta, los días que se acortan con prisa, el arco iris, la tormenta que se presenta sin avisar, el viento que arrastra nubes y convierte un día soleado en un ver llover tras los cristales… Otoño.

La tregua. El lento camino entre los calores ya casi olvidados y los fríos cristalinos. Entre la exuberancia y el letargo. Estación propicia para la contemplación, el disfrute y el recogimiento.

Y en la ciudad… pues… La circulación vuelve a su densidad habitual, tras el paréntesis de los meses vacacionales.

Refrescó y la moda otoño-invierno ya luce en los escaparates.

Los días de lluvia, en el atasco, te encuentras haciendo comentarios, muy aplicables a ti mismo, del tipo: esto no puede ser, en cuanto caen cuatro gotas todo el mundo coge el coche hasta para ir a comprar el pan.

Sacamos del armario la bota alta y el pantalón de pana.

Los barrenderos no han acabado de pasar, cuando los árboles, seguro que maldecidos por los primeros, ya están tapizando las aceras con nuevas hojas arrastradas por el viento.

Volvieron a nuestras cocinas los pucheros, que si unos garbanzos con bacalao, que si unas patatitas guisadas con chorizo… Uhm… Qué ricos!

Y… hoy cambiaron la hora. Bueno, la cambiamos. Será cierto que se ahorra tanto como para que esto compense?

17 octubre 2008

Más que hambre


Paradojas del mundo en que vivimos.

Una vez más, Médicos sin Fronteras quita la venda de nuestros ojos.

13 octubre 2008

Duros de roer


Yo soy de las que se acaba los libros.

En ocasiones, puede ocurrir, que la historia no me atrape. Que la escritura me parezca mediocre, o la traducción malísima. Que no sea lo que esperaba, ni el momento el adecuado. Que un amigo, me lo hubiera recomendado con entusiasmo y… corra a apuntar, que el susodicho y yo, coincidimos en que las mejores cañas, son con tapa y en terracita, pero no vamos de la mano en lo que a gustos literarios se refiere.
Aún en estos supuestos, y otros muchos… me remito a lo ya dicho en la primera frase de esta entrada.

Pero… ha habido libros… ha habido algunos… que han conseguido enfriar, hasta el punto de congelación, la atracción fatal que me produce el contenido de unos pliegos encuadernados.

Entre estos libros, para mí imposibles, se encuentran tres que son considerados clásicos entre los clásicos. Renombrados, ensalzados, libros de culto para muchos.
Títulos que han llenado, por sí solos, y por derecho propio, largas tertulias literarias, y sobre los que se han escrito críticas, que rozan los cielos del buen hacer en el oficio de escribir.

"Rayuela" – Julio Cortazar
"Platero y yo" – Juan Ramón Jiménez
"Ulises" – James Joyce

No pierdo la esperanza de disfrutarlos algún día.

Pero de momento...

10 octubre 2008

Mahatma

Tras desmentir leyendas, esperar sudando, ser crítica con algunas formas de hacer política, acercarnos a los inmortales de la mano de don Jorge Luis, ceer que hay cosas que pasan y otras que permanecen y dejarnos llevar por tiempos caprichosos que lo mismo andan, que corren, que vuelan, es el momento de darnos un respiro.

Es el momento de un Mandala. Para reposar, centrarse y continuar.

“Mahatma” Cada cosa en su sitio. Cada cosa en su medida. Simetría. Orden. Equilibrio. Colores sosegados. Armonía. Pulcritud.

“Mahatma” Autor desconocido.



Intenta desconectar y mira “Mahatma”.
Qué sensaciones te llegan?

05 octubre 2008

Las edades del tiempo

En la medida en que vivimos, cambiamos. Es como si mudáramos la camisa. En este proceso, necesario para el crecimiento físico y personal, dejamos por el camino lo que ya no necesitamos junto con algunas piedras de colores que ya no podremos recuperar.

Si los cambios más evidentes, al menos desde el exterior, son los físicos, no menos trascendentes e irreparables son los de carácter personal. La forma de comprender el mundo que nos rodea cambia a medida que crecemos, maduramos y envejecemos.

Veamos, por ejemplo cómo cambia la percepción que tenemos del tiempo en las distintas etapas de nuestra vida.

Cuando eres niño el tiempo va de tu mano, siguiéndote los pasos, mientras se desliza lento y calmado.
Los días se componen de mañanas, tardes y noches. Y estas de horas. Las horas de minutos. Los minutos de segundos. Incluso los segundos son plenos y alargados, encontrándose repletos de risas, juegos, frustraciones, olores, estímulos, hambre, sorpresas, colores, rasponazos en las rodillas, besos, pinturas, meriendas, sueño, lágrimas, curiosidad, misterios… Segundos preñados de vida. Segundos que conforman minutos, y estos horas, y estas días con sus mañanas tardes y noches… así un día y otro y otro…
Las semanas, meses y años le vienen grandes al tiempo-niño. Se vuelve tan largo y lento que, prácticamente, pierde su cualidad de pasajero, esencia sin la cual no es nada y se diluye y estira a punto de dejar de existir.

Es el tiempo de la impaciencia y el ahora. El pasado y el futuro carecen de sentido.

Cuando maduras el tiempo te empuja. Siempre falta. Se hace escaso. Por lo general hay más cosas por hacer que tiempo para llevarlas a cabo. Es poco el que puedes emplear en cosas que te gusten. En esta etapa el tiempo se divide en trabajo, descanso, ocio, obligaciones, vacaciones, fin de semana, lunes martes…
En el tiempo-adulto las horas pasan a toda prisa, los minutos tan solo sirven para estar a punto de terminar algo o llegar tarde y los segundos son despreciados, pues no son prácticos ni tienen valor suficiente para ser productivos, por lo que acaban languideciendo vacíos y aburridos.

Es el tiempo de la prisa y el mañana. Si te descuidas, el futuro puede hacer que pierdas de vista el presente.

Por lo que me han contado, el tiempo de los viejos adquiere la capacidad de volar. Es ágil y huidizo como un pájaro. Has de estar muy atento para que no se te escape de las manos. Es tiempo para cuidarse y disfrutar. Tiempo de recoger frutos y saldar deudas, si alguna quedara pendiente. En el tiempo-viejo los segundos, minutos y horas pierden relevancia, quedándose pequeños y conformando medidas de tiempo mayores, reuniéndose hasta dar lugar a días, semanas, meses, años… Cuando quieres darte cuenta ya pasaron tres, diez, o veinte. El tiempo se va acumulando en los rostros de familiares y conocidos, y queda reflejado en las fotografías y en los espejos.

Es el tiempo de la paciencia. El futuro retrocede dejando vía libre al pasado y el presente.

Se ve que, a medida que nos hacemos mayores, tenemos la impresión de que el tiempo pasa cada vez más rápido, de tal forma, que si comparásemos esta percepción con un cronómetro en marcha, resultaría que el tiempo-niño estaría representado por las horas, el tiempo-adulto por los minutos y el tiempo-viejo por los segundos.

Sea niño, adulto o viejo, aprovechemos y disfrutemos nuestro tiempo!!